Frente a las PASO
Este 11 de agosto se votaron las PASO. Una
especie de internas abiertas, donde se verá que partidos van a llegar a
Octubre. En este camino se pudo ver como la partidocracia ha llegado a su cima más
alta, ya no nos van a matar con una elección sino con dos, cada vez que sea
necesario votar diputados, senadores u otra cosa.
Parece ser que la democracia argentina ha
querido sumirse cada vez más en el mar del enfrentamiento individual, a través de
personajes que vislumbran la política más como un negocio que como una vocación
de servicio.
Estas PASO, son además un filtro para los
partidos pequeños para coartar y evitar su crecimiento y difusión. Permite además
que personas ajenas al partido de uno puedan decidir cuál es el candidato que
ese partido va a elegir. Sin duda una desnaturalización del objetivo en sí del
Partido Político, qué sentido tiene ser afiliado al mismo, si las internas las
va a poder elegir cualquiera.
Ya el profesor de Mahieu nos explico con
claridad como el régimen de partidos lleva a un enfrentamiento entre sectores
sociales:
“El régimen de partidos proviene lógicamente de las premisas teóricas de la democracia. Pues el sistema electoral supone no sólo la libertad de expresión sino también la multiplicidad de las opiniones. Y si el interés general no es sino la suma de los intereses particulares, es normal que éstos estén representados dentro del Estado. Por otra parte, la clase burguesa, que instauró y aprovecha la democracia contemporánea, no constituye ni una comunidad ni un órgano de la Comunidad. No pasa de una capa social desprovista de instituciones naturales, luego de jerarquía, salvo en el orden económico, donde precisamente sus instituciones son rivales. Tiene sin duda un interés superior común: conservar el poder. No por eso es menos heterogénea, dividida por los intereses particulares que el liberalismo económico, aun cuando no siempre sea respetado integra mente, opone por definición. En fin, sería erróneo atribuir a la burguesía un cinismo político que supondría de su parte una clarividencia excesiva. La mistificación liberal sólo es plenamente consciente en una ínfima minoría. La mayor parte de los capitalistas creen en la ideología que justifica su poder, y no vacilan en atribuirse a veces, de muy buena fe, una verdadera misión social. Y dicha ideología, aunque fundada en principios generales inmutables, no es menos heterogénea en su expresión práctica que las posiciones e intereses que encubre.
Por todas esas razones, diversas pero ligadas entre sí, el régimen democrático no puede ser monolítico. Las fuerzas sociales que lo utilizan y apoyan reivindican cada una su lugar en él. Las fuerzas sociales no burguesas, procedan de otras clases, como el proletariado, o de movimientos fundados en bases distintas, como ocurrió con el nacionalsocialismo bajo la república de Weimar, no dejan de emplear, también ellas, por lo menos en la medida en que logran sacudir el yugo de las potencias del dinero, las armas que el adversario involuntariamente pone a su disposición. El Estado se convierte así en el premio de una lucha electoral en que los partidos se enfrentan para conseguir la mayoría de los sufragios y, luego, constituir la minarla dirigente de la Comunidad.
La democracia, pues, suscita necesariamente, en nuestros días, el régimen de partidos. Subordina así el interés general a los intereses particulares y sólo excepcionalmente un partido que encarna la intención histórica del cuerpo social -lo que supone de parte de sus miembros una lucidez política extraordinaria o una capacidad de sacrificio poco común- logra imponerse en el campo electoral, lo que marca, por lo demás, el fin del régimen.
Apenas es necesario decir que un Estado que se encuentra no sólo ocupado por una oligarquía de clase sino también tironeado entre las facciones rivales de dicha oligarquía y sometido a las presiones de partidos de distinto origen, es incapaz por naturaleza de cualquier acción continua. Es el juguete de los acontecimientos y de las repercusiones que dichos acontecimientos tienen sobre los intereses y los sentimientos.”
La forma de gobierno
no es por sí misma santa y pura, depende claramente de quienes la integren. Es
por eso que este régimen partidocratico podría cambiar su rumbo si un partido
con clara visión nacional llegara a la cima del mundo electoral, pero está
claro que nuestro mundo de hoy no está guiado por el idealismo ni el patriotismo,
sino por el dinero y los intereses que este conlleva.
También denunciamos la
posición absolutista que dictamina que no hay acción política fuera del
partido, pues el partido es solo un instrumento más, la acción política tiene
muchas formas, y todas son validas tanto o más que el partido.
Vemos en estas
elecciones nada más que el afianzamiento de este régimen partidocratico que
tiene de popular y nacional muy poco, y de oligárquico y burgués otro mucho.
Movimiento Bastíon
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