Nos situamos en el 20 enero de 1814, con el Ejército del Norte golpeado
por las derrotas de Vilcapugio y Ayohúma. Filas diezmadas, rotosas,
quebrada la disciplina, con una oficialidad herida en su amor propio
constituían su activo. El General Belgrano lo sabía, pero tampoco podía
exigirles más. Ni a sí mismo, él que no era militar de carrera y que
para ponerse al tanto de las tareas marciales que la Patria requería se trepó a un caballo para sablear calabazas y lancear muñecos de paja.
Para remediar este estado de cosas, el Director Supremo Posadas decidió despachar al General San Martín al norte, a los efectos de reorganizar a las tropas. Belgrano no conocía personalmente a San Martín, pero sentía una profunda admiración por él. Y le dirigió el siguiente mensaje: "Mi corazón toma aliento cada instante que pienso que Vd. se me acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con Vd. se salvará la Patria, y podrá el ejército tomar un diferente aspecto. Empéñese en volar si le es posible, con el auxilio, y en venir no sólo como amigo, sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, persuadido que le hablo con mi corazón..."
Una vez en Tucumán, San Martín acelera su paso para el encuentro, y toma rumbo a Salta. De la vanguardia llega la información de que la posta de Yatasto se encuentra abandonada, y que Belgrano esperaba novedades en la posta Las Ciénagas, aunque finalmente el encuentro va a producirse sobre el camino, al norte de la posta de Algarrobos, el 20 de enero de 1814. Los dos héroes más grandes de la Independencia Argentina se saludaron con un sentido abrazo y a partir de allí comenzaría un sincera amistad que duraría para siempre, aunque Belgrano vivió sólo seis años más y jamás volverían a verse.
Era el 20 de enero de 1814.
¡Felicidades a todos, camaradas!
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